En el Diccionario de Peruanismos (2016) la expresión nominal y festiva “sebo de culebra” se refiere a “algo de poco valor o utilidad real, que es promocionado excesivamente como la solución a todos los problemas”. La locución tiene su origen en las propiedades medicinales atribuidas –sin efectos científicos comprobados– a las pomadas elaboradas con el sebo (‘grasa’) de este reptil.
A los personajes que dedicaban a la venta del sebo de culebra, siempre se les ha llamado charlatanes. En Olmos como en otros pueblos de provincias, su presencia era infaltable en las ferias dominicales. Curiosos, incrédulos y creyentes formaban un círculo alrededor del “charla” y admirados por las palabras y argumentos, terminaban adquiriendo el ungüento, convencidos de las bondades y beneficios que lo comprado les otorgará.

Los tiempos han cambiado, pero los vendedores de sebo de culebra, los charlatanes, los oportunistas ―que también les dicen políticos― no, son exactamente igual. Solo han cambiado de escenario.
Este 30 de setiembre, en solo tres horas ―y sin informes técnicos ni respaldo presupuestal― los políticos del congreso crearon veinte universidades públicas como quien reparte globos en una kermés electoral. Fue la jornada del populismo absoluto, la feria de los espejismos. Pero entre todos los gestos pintorescos de esa sesión, hubo uno que se llevó el trofeo del ridículo, la presencia del alcalde de Olmos, Daniel Rivera Pasco, ―otro político― convertido en improvisado animador de la “Universidad Nacional Autónoma de Olmos”.
El alcalde viajó a Lima acompañado de regidores y simpatizantes, con un cartel que proclamaba: “Olmos presente en la firma de la autógrafa del Proyecto de Ley 8077-2023-CR”. Una escena digna de sátira política, mientras el país debatía la quiebra técnica del sistema universitario, el burgomaestre olmano hacía turismo legislativo, posando frente a cámaras para celebrar una universidad sin presupuesto, sin estudio técnico y sin futuro real.

Lo grave no es solo la frivolidad del gesto. Es el presunto uso de recursos públicos, la manipulación de expectativas y el intento de convertir una promesa vacía en bandera política. Rivera Pasco sabe —porque se lo han dicho los propios técnicos del Ministerio de Educación— que esa universidad no funcionará antes de diez años, si es que el Tribunal Constitucional no la anula antes. Aun así, prefirió el espectáculo al trabajo.
En este carnaval universitario, apareció otro conocido del populismo y charlatanería local, Santos Montalván, presidente de la Comunidad Campesina Santo Domingo de Olmos (CCSDO), quien, aprovechando la coyuntura de la asamblea extraordinaria para elegir su comité electoral, incluyó de contrabando en la agenda (para agradar a la gente), se le otorgue poderes, para avanzar con minutas de donación de terrenos comunales, a favor de la futura “universidad”.
Dos personajes distintos, un mismo libreto, usar el sueño educativo del pueblo como trampolín político.

Mientras tanto, la realidad golpea a Olmos. No hay agua potable para miles de familias en la zona rural; cero obras emblemáticas; a 3 meses de finalizar el 2025 la ejecución presupuestal, alcanza el 37.2%. Pero el alcalde decidió que era mejor figurar en Lima, colgarse de una ley inviable y posar como el “gestor de la educación universitaria”. La paradoja es brutal: quien no puede garantizar servicios básicos en su distrito, ahora se sube a la promesa de abrir facultades y laboratorios que no existen ni en los planos.
Los expertos han sido claros. El exministro Óscar Becerra calificó esta ola de universidades como “un engaño miserable”, una estafa emocional contra los jóvenes de las regiones. “No hay profesores, no hay presupuesto, no hay plan. Esto solo sirve para que algunos se aseguren un sueldo de 25 mil soles como presidentes de comisiones organizadoras”.
Su diagnóstico fue respaldado por el exministro Ricardo Cuenca, quien advirtió que estas iniciativas “no tienen asidero en una verdadera reforma universitaria” y que son “puro interés particular”.

La exministra Flor Pablo fue más directa: “Están jugando con la expectativa de los pueblos y de las familias. Es una irresponsabilidad que el Congreso ignore las opiniones del MEF y del Minedu”. A su vez, el especialista Jorge Mori, director del Centro para el Análisis de Políticas Públicas de Educación Superior (CAPPES), alertó que la proliferación de universidades reducirá aún más los presupuestos de las que ya existen.
“Estamos frente a una bomba de tiempo, más instituciones, menos calidad, menos docentes, menos investigación”, precisó.
Incluso organismos serios como el Consejo Nacional de Educación (CNE) e IPAE Acción Empresarial han pedido que el Ejecutivo acuda al Tribunal Constitucional para frenar esta ley populista. “Se trata de una decisión irresponsable que condena a las nuevas universidades a la precariedad y al descrédito”, advirtió el CNE.

Pero ni esos pronunciamientos técnicos ni los llamados a la prudencia detuvieron el entusiasmo del alcalde Rivera Pasco, que sigue promoviendo la “Universidad de Olmos” como si fuese obra suya.
El populismo, cuando se disfraza de progreso, es más dañino que la inacción. Porque promete futuro donde solo hay papeles, y porque usa el sueño legítimo de los jóvenes para esconder la mediocridad de la gestión pública. Rivera Pasco no gestionó un hospital no resolvió el drama del desabastecimiento del agua potable, pese a existir todas las condiciones a favor del pueblo olmano; pero quiso dejar su foto en el Congreso como “gestor universitario”. Y eso, en política, se llama clientelismo barato.
A estas alturas, el pueblo olmano ya entiende que el verdadero desarrollo no se decreta en Lima ni se firma con carteles en el Parlamento. Se construye con gestión seria, con transparencia y con visión de futuro. El espectáculo del alcalde en el Congreso no trajo progreso, trajo burla. Y peor aún, convirtió una legítima aspiración educativa en un acto de propaganda personal.
Cuando dentro de unos años los jóvenes de olmos descubran que su “universidad” sigue en comisiones, sin aulas, sin docentes y sin presupuesto, recordarán la sonrisa de Rivera Pasco en los pasillos del Legislativo. Recordarán también que mientras él aplaudía un papel sin valor, los expertos advertían que todo era —como dijo Becerra— “un engaño miserable”.
El país necesita educación, no teatro. Necesita planificación, no selfies. Y Olmos, más que nunca, necesita autoridades que representen la verdad, no la vanidad. El futuro educativo de Olmos no puede seguir siendo rehén del populismo de los vendedores de sebo de culebra.